Toño Naharro. Desde la azotea

Enrique Martínez Glera

La azotea es la cubierta plana de un edificio, dispuesta para poder andar por ella; la parte más alta de la casa, desde donde todo se ve y se controla. Precisamente, en lenguaje coloquial, llamamos así también a la zona superior de la cabeza, donde supuestamente está el cerebro y, si del mismo hacemos un disparatado o mal uso, se dice “estar mal de la azotea”. La azotea es, por tanto, el lugar de los pensamientos, de los sentimientos, allí donde planificamos las ideas perfectas o descabelladas, lo factible o lo imposible, que hacemos posible con nuestra imaginación.

Las cabezas que ha creado Toño Naharro no representan específicamente ni a hombre ni a mujer; pueden ser cualquiera de nosotros en una situación concreta. La cabeza es, sencillamente, el soporte-laboratorio donde se desarrolla la idea.

La muestra Desde la azotea está compuesta de nueve piezas: dos ejemplares de gran formato y siete de tamaño mediano, aunque lo importante no son las dimensiones, sino lo que cuentan y el modo de hacerlo. Todas ellas se han realizado siguiendo las técnicas de la alfarería tradicional: las piezas medianas, en el torno, del que no han salido hasta estar completamente acabadas, incluso con las intervenciones, transformaciones y aditamentos añadidos; las de gran formato, con la técnica del urdido, a base de marrillos, como lo hacían los tinajeros, con las fases correspondientes y siguiendo sus mismos pasos. Luego, lógicamente, han recibido las coberturas de tierras y óxidos, además de los remates metálicos que el artista ha creído conveniente. 

El tema elegido refleja las impresiones y sensaciones personales de algunas de las situaciones físicas vividas por el autor, una especie de autobiografía escrita y expresada, fundamentalmente, en barro.

Estas cabezas-edificios, más o menos sólidas, tienen una entrada para llegar a la azoteaEl arquitectónico acceso se encontrará en el cuello, en los ojos o donde sea. Desde ahí, una escalera con mayor o menor desarrollo marcará el ascenso hacia la parte superior, la azotea y, en su recorrido, encontraremos algún hueco, ventana o ventanuco que aporte algo de luz.

Se complementa la exposición con pinturas sobre papel artesano que, tomando como motivo y base los bocetos primeros de las piezas, se han sustanciado, de un modo artístico, con la misma materia, es decir, han sido pintadas con el propio barro del que están hechas las cabezas. 

¿Qué ha querido transmitirnos Toño con estas obras? La cabeza y lo que en ella se maquina es de cada uno. Cada cual tiene su azotea; pero, a veces, necesitamos que alguien nos enseñe el camino para llegar hasta ella. Sabemos que, difícilmente, nos sirve la de al lado, por eso necesitamos situarnos en la nuestra. Cada uno tiene su mundo y aquí, como ejemplo, Toño nos muestra el suyo.    

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