Sorgina

Miguel Martín Soto

Formato: miniserie

Duración: 6 capítulos / 55 minutos

Nahia, una joven psiquiatra que vive en Madrid y que acaba de aprobar el MIR, se ve obligada a volver a su pueblo para colaborar en la búsqueda de la hija de su hermana, que ha desaparecido.

La protagonista deberá reencontrarse con un entorno y una sociedad que aborrece, caracte- rizado por el oscurantismo y la violencia rural más primaria; un lugar que abandonó siendo una adolescente tras presenciar un asesinato terrible perpetrado por una enigmática figura. Este epi- sodio traumático lo revive, una y otra vez, desde entonces, en sus pesadillas.

Lorea, su hermana, que se ha sumido en el mutismo más absoluto desde la desaparición de June, acabará confesando a Nahia que en realidad nadie se ha llevado a su hija, sino que ha sido ella misma quien la ha entregado a una bruja. A partir de este momento comenzará una búsque- da contrarreloj para dar con la niña y saber exactamente qué ha ocurrido, más allá de la versión de la trastornada Lorea.

Para conseguirlo, Nahia contará con la inesperada ayuda de Joaquín, el joven párroco local. Ambos se ponen en marcha tras darse cuenta de que la línea de investigación oficial, llevada a cabo por la Guardia Civil, nunca conseguirá dar con la clave del misterio; los agentes no son capaces de comprender la realidad de las gentes que habitan el extraño pueblo perdido en las montañas.

Para los vecinos está claro que Blanca, la sanadora del lugar, es la bruja que ha causado to- dos los males y claman venganza. Nahia sentirá cada vez más empatía por la sanadora acosada, a pesar de no entender muchos de sus crípticos mensajes. Mientras, Daniel, el agente encargado de la investigación, trata de calmar los ánimos. Este personaje se acabará enamorando de la protagonista, entrando en conflicto con Gaizka, un antiguo novio de Nahia que pretende recuperarla.

A lo largo de esa búsqueda para reconstruir los hechos acaecidos en el pueblo durante su ausencia, Nahia se enfrentará a los fantasmas de su propio pasado. Descubrirá que su hermana, sola desde la muerte de sus padres, ha sido sometida al escarnio por parte de una comunidad que considera sus problemas mentales signo inequívoco de posesión y brujería. Ellos son los que han llevado a Lorea a una situación desesperada que le ha hecho actuar de un modo incomprensible. En este acoso ha jugado un papel fundamental el padre secreto de la niña, Gaizka, quien ha utilizado a Lorea a su antojo bajo la amenaza de quitarle a la niña.

Todo ello hará que Nahia vaya perdiendo el control y se deje llevar cada vez más por la tensión generada por el caso. Finalmente, cuando la violencia del populacho se desate y Blanca sea quemada por la marabunta, la protagonista se rebelará contra esa sociedad odiosa y cainita: tomando el papel de la bruja que el imaginario colectivo ha forjado a base de rumores y menti- ras, acabará con todos aquellos que han participado en la espiral de violencia y locura. Para ello se servirá de la máscara de la difunta Blanca.

Es durante esta purga cuando Nahia por fin entiende el significado de sus conversaciones con Blanca, al cumplirse algunos de los puntos que la sanadora había vaticinado antes de morir. Las brujas pueden ver el futuro. No se trata solamente de que Blanca fuese realmente una bruja, sino de que también lo son las mujeres de la familia de Nahia: el episodio del asesinato al que creyó asistir siendo una adolescente no era en realidad un recuerdo, sino una visión del futuro que tuvo en medio de uno de sus ataques.

De ese modo se da cuenta de que ella, en realidad, siempre ha sabido dónde estaba la niña, puesto que reconoce el lugar que tantas veces a revisitado en sus pesadillas. Acude así a rescatar a la hija de su hermana con la ropa y la máscara de la bruja. Cuando Gaizka, que la ha seguido, aparece para arrebatársela, se produce el terrible final que da lugar a la escena que le ha traumatizado toda la vida, y cuyo significado solo ahora ha comprendido.